viernes, 19 de marzo de 2010

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Las niñas se cortaban las venas en el claro del bosque. Luego, el desmayo. Todas soñaban el mismo sueño: un templo de mármol, una alberca vacía, un ejército de avispas, una persecución. Al despertar, la sangre derramada era una cuna nutricia donde tallos ambarinos crecían en manojos, lirios color durazno, iridiscentes, del tamaño de una bellota. Después, bailaron alrededor de las flores, de los hongos crespos festoneados de azul y declamaron poemas hasta desfallecer. El perfume de los lirios se demoró en la almohada, los cuerpos azules se cubrían de escarcha.